El reflejo

Cansado de esperar se vistió. Al levantarse chocó contra la inocencia de su pensar irracional. ¿Como había caído en tal vulgar desidia?. Él. Él a quien nunca antes nadie hubo enfrentado ni contradecido, estaba siendo humillado ahí mismo, en ese instante, delante de nadie más que su propio ego. Sus pesados pasos lo arrastraron frente al espejo, donde un manotazo de agua escurrió el salado líquido que emergía inesperadamente de sus ojos. Contempló la figura de su otro no-ser y enseguida una sensación de ira se fue esparciendo por sus sentidos. Tenía rabia, furia, bronca; pero sobre todo, un inmenso desprecio por esa figura que imitaba cada mínimo detalle de su apariencia. La odió. La odió con cada fibra de su ser.
Cada vena, cada vaso capilar, cada tejido se estremeció en un incontrolable ataque de desesperación. Gritó. Decidió darle fin al martirio y de un puñetazo quebró la imagen cristalina que se le enfrentaba desafiante. Miles de pedazos caían estrepitosamente; todos y cada uno creando nuevas imágenes, nuevas copias, nuevos no-seres.

Su desahogado cuerpo colapsó y se desmoronó sin fuerzas sobre los vidriosos restos de lo que solía ser su entero reflejo. Por fin había acabado. Nunca más tendría que soportarse frente a frente, recordándose la vergüenza que ese día vivenció. Su mente se fue apagando lentamente hasta caer en un simposio de obnubilaciones de la que no tenía la voluntad de salir.
Sabía que ella era traicionera y mentirosa, pero nunca la hubiera creído capaz de engañarle. Las frías imágenes de su último beso se solapaban con las agujas del reloj que seguían su indetenible ritmo palpitante. Todo había sido en vano. Su tan mentada expertía había sido opacada por un simple "allí estaré" que nunca fue cumplido. Dos miserables palabras habían sido suficientes para destruir sin piedad la mismísima razon de ser de su existencia.

Recuperó su aliento sin querer respirar. Entre la niebla que aún no abandonaba su iris, divisó un rostro dibujado simétricamente al suyo en el piso. Una mancha roja de notoria viscosidad mojaba sus labios, provocando leves ondas con cada sorbo. Desesperó. ¿Acaso fue su ataque tan feroz que pedazos de su otro yo habían alcanzándolo en venganza?. No. No era posible. Había sido tan solo un pequeño golpe. Nada de que preocuparse.

Intentó incorporarse, pero sus brazos no respondían. Sus piernas seguían dopadas con el hormigueo del calambre que recibió como respuesta a su intento de incorporarse en sí mismo. Cerro sus ojos esperando despertar de su inmovilidad. Un ruido llamó su atención. Aterrorizado intentó divisar qué se le acercaba. Enseguida se vio rodeado de figuras. Sombras. Imágenes símiles a la que el mismo estaba seguro de haber destruido. El terror inundó su mente cuando se distinguió a si mismo en miles, miles de no-seres que de a poco lo invadieron. La sangre empezó a fluir con cada corte. Intentó gritar pero su voz solo multiplicó la agonía del éxtasis en que su autodestrucción enajenada lo sometía. Y fue su fin.

En el piso quedaban los cristales vacíos. Irreflexivos. Opacos.